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    [Crónica] Un conejo

    Por: Rodrigo Villegas

    Un día cualquiera, puede ser un sábado, un lunes o un miércoles, adoptas un conejo y tu vida cambia. Lo que sucede alrededor pasa a un plano un tanto diferente. Ahora convives con un mamífero de dientes por ahora pequeños pero que ya son desproporcionados para su tamaño: tiene solo un mes.

    Con el tiempo que necesitas para enseñarle ciertas cosas – a reconocer su nuevo hogar, a comer un poco más de lo justo y necesario, a mear y hacer caca en su bandeja sanitaria – te olvidas en cierta medida de lo que sucede alrededor: que el país intenta derrumbarse una vez más.

    Y es que es octubre, el mes explosivo.

    Entre otras cosas te enteras que Evo sufrió un intento de asesinato en el Chapare. Que publica un video y que denuncia al Gobierno de haberlo perseguido con militares, que recibió disparos.

    Horas más tarde todo parecer haber sido algo montado. O al menos muchos piensan así por algunas “pruebas” que salen del caso: la dificultad de que tantos misiles no hayan terminado en una cabeza, el cambio de vehículo, entre otras cosas. El presidente y los ministros niegan tal acusación, por supuesto. Y no solo eso: lo culpan de haber atropellado a un funcionario antinarcóticos y de haberlo dejado en coma.

    El subteniente, días después, fallece.

    Algo que no cambia con aquel intento de magnicidio o montaje cinematográfico es la situación económica actual. Todo ha subido.

    “Es un bloqueo por el pueblo”, dice Evo, pero la gente – una cada vez más amplia mayoría – no le cree nada. El pueblo necesita comer, y no lo hace porque las carreteras siguen cerradas por sus seguidores.

    “Estamos sufriendo bastante, todo se ha incrementado de precio. La carne de pollo, de res, el arroz, la harina… Es muy triste que todo esto suceda por una sola persona”, me dice E., apenada por la actual situación económica.

    “Yo debía ir a Cochabamba a festejar el cumpleaños de un abuelo que ya está muy mayor y enfermo, con el que tal vez hubiera compartido una última cena, pero el bloqueo no me permitió hacerlo”, relata Francisco García, ingeniero que debía aprovechar el feriado de Todos Santos para llegar hasta su tierra natal pero que se vio impedido de hacerlo por las “demandas” del sector evista.

    A pesar de que la Policía desbloquea Parotani el viernes, la población persiste con la duda de moverse de su casa. Y es que no hay dinero…

    Pamela Mamani, panadera y pastelera, cuenta que la venta de tanta wawas y otros alimentos tradicionales de estas fechas ha disminuido bastante. “Se nota que la gente está sin plata, ya no vino como en otros años. A nosotros también se nos ha dificultado producir porque el precio de la harina y la manteca se ha elevado hasta los cielos”, me narra con cierto pesar.

    A pesar de aquello, la gente, devota como todos los años, se dirige al Cementerio y compra flores – que también han subido su precio por los bloqueos – para sus seres queridos, para sus almas, que regresan a la tierra por 24 horas.

    Así se van los días en esta Bolivia cada vez más enervada, melancólica y de alegrías fugaces.

    En el trámite el conejo crece a base de alfalfa, zanahoria y ciertas dosis de cariño que recibe apenas, ya que es la primera vez que habita un departamento, un espacio nuevo para él.

    Es inevitable no pensar en los padres “de verdad”, en los que deben cuidar a diario a sus hijos humanos, que son mucho más exigentes que un conejo. En el dinero que requerirá su crianza, en las dificultadas de sus madres para conseguir la comida diaria. En el futuro, siempre visto como algo tan cercano. En Bolivia, en sus posibilidades. En, tal vez, migrar para encontrar un tiempo más próspero. En el costo de los pañales, de las mensualidades en los colegios, de la universidad. En los tratamientos médicos ante cualquier enfermedad…

    Tal vez el amor sea eso, la única “solución” a los males diarios. O por lo menos un alivio. Escribo esto mientras veo al conejo correr delante de mí, mientras lo veo comer un pedacito de alfalfa.

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