
Una Palabra / La Paz
“¡Aquí no puedo morir!”, aquella frase todavía retumba en la mente del abogado David Deimar Maquivi Villarroel que el 17 de febrero de 2016 quedó atrapado junto a otros trabajadores municipales en el edificio de la Alcaldía de El Alto de la Calle 12 en la zona 12 de Octubre y que esa mañana fue quemado y vandalizado por una turba. El saldo fatal fue de seis fallecidos y al menos 23 heridos.
Esa jornada de terror, las llamas devoraban la oficina de la Unidad Sumariante en la planta baja, en la calle los muebles y documentos ardían, y el humo asfixiante subía alimentado por el alcohol y la gasolina que unos segundos antes los manifestantes echaron. Posteriormente la humareda tomó las gradas del primer, segundo y tercer piso, donde más de dos centenares de funcionarios ediles estaban atrapados y librados a su suerte.
Maquivi, que ese año cumplía labores en la Dirección del Tesoro Municipal, pensó en un primer momento que la protesta, una de tantas a las que ya estaban habituados, cumpliría con sus arengas y luego se marcharía cerca del mediodía. Eso había sucedido en otras oportunidades, sin embargo, todo cambió pasadas las 9:30.

“Nos alarmamos cuando (los manifestantes) empezaron a armar una fogata en la parte de afuera, luego empujaron la puerta de Sumariante, sacaron documentos, escritorios y otros para echarlas a la fogata que creció”, relata Maquivi que en noviembre de 2015 comenzó a trabajar en la Alcaldía alteña. En esa oficina Sumariante estaban importantes documentos de procesos contra el exalcalde Edgar Patana.
Un día antes se informaron que una organización de padres de familia y comerciantes marcharían a la Alcaldía en una protesta, por ello los funcionarios pidieron a la Policía que tome sus previsiones, pero no ocurrió aquello. Los manifestantes se reunieron desde temprano en la Calle 12 cerca a la gasolinera frente al entonces edificio municipal.
Los minutos pasaron y la angustia comenzó a crecer. Ante el temor de que la turba pueda forzar la puerta principal, algunos funcionarios apilaron muebles y otros en el ingreso, empero aquello no fue suficiente. Los manifestantes rociaron alcohol y gasolina al interior y las llamas ahora sí se trasladaron al corazón del edificio.
El terror llama a la puerta
El humo negro ya había tomado todas las oficinas. Unos trababan de abrir ventana donde no existían y la mayoría se atrincheró en los baños ante los gritos de angustia.
El pánico inundó la oficina de Tesoro Municipal cuando la puerta de vidrio templado explotó con el fuego y el calor. “Ahí es donde todos entraron en pánico pensando de que el fuego iba a entrar luego de que la gente (los manifestantes) iban a ingresar para golpearnos”, narra Maquivi que ese 2016 contaba con 32 años de edad.

La protesta de los padres de familia se tornó en menos de una hora en una amenaza contra la vida. “Ante ello el Director de Tesoro Municipal (Max Huacani Ticona) y los jefes de unidad determinamos que se deje todo (la documentación) tal como estaba y ya no nos importaron (los papeles), porque había que salvar nuestras vidas”, relata Maquivi.
Las llamas de fuego y el humo tomaron el inmueble y un panorama dantesco amenazaba las vidas de los cerca de 80 trabajadores municipales en esa planta mientras los gritos de auxilio desde el piso dos y tres no cesaban.
“Lo único que me acuerdo en ese momento es que yo decía: ‘¡Aquí no puedo morir!’ Tenía que buscar por dónde salir y así lo hicimos con mis compañeros”, narra Maquivi ocho años después de la quema de la Alcaldía de El Alto.
En segundos, todos se pusieron a la tarea de buscar algún hueco, algún orificio, mientras otros veían cómo romper los vidrios para saltar al vacío. “Era preferible eso (saltar) romperse un pie a tener que morir”, describe.
Uno de los colegas de Maquivi identificó un hueco en el tumbado, luego se distinguió el alambre tejido y todos jalaron hasta que se visibilizó la calamina. La construcción tenía un techo particular para una parte del primer piso, mientras otra parte estaba unida al piso dos y tres.
“Destechamos la calamina y salimos, primero las mujeres y desde ahí vimos la casa vecina donde funcionaban unas grúas, les pedimos a los vecinos que nos ayuden y amontonaron llantas y una escalera. Así salimos”, cuenta Maquivi.

Unos metros arriba, en los pisos superiores, los gritos de auxilio continuaban. “Como a eso de las 11 de la mañana vi como se asomó por una de las ventanas el casco de un bombero y le dije ¿para qué? Cuando ya habíamos sacado a todos”, rememora el abogado que ahora tiene 40 años de edad.
Durante esos casi 90 minutos de terror, murieron seis personas y otros 23 perdieron la vida en la quema de la Alcaldía. Unas horas más tarde, los sobrevivientes estaban atareados en buscar la sede dónde iban a ser velados los fallecidos, mientras otros corrían al Hospital Holandés para prestar ayuda a los amigos.
Maquivi reafirma que la Policía, que está a unas dos cuadras del edificio, no les prestó ayuda y unos días después, algunos de los sobrevivientes fueron citados a la Fiscalía para dar sus versiones del hecho. “Las preguntas del investigador eran para mí un poco ambiguas y aparte parecía que querían inculparnos a nosotros por no haber salido a tiempo como si fuese nuestra culpa, yo me pregunto hasta ahora ¿quién en su sano juicio piensa que lo van a quemar?”.

Unos cuatro años después, en marzo de 2021, el proceso penal contra los autores de la quema de la Alcaldía concluyó con la sentencia condenatoria desde cinco hasta 15 años de presidio para 11 personas en el juicio que impulsó la Alcaldía.
El pasado 17 de febrero se cumplieron ocho años de la quema de la Alcaldía de El Alto y Maquivi reflexiona. “El personal municipal de ese momento sufrió mucho y no se tomó en cuenta el sacrificio que todos hicieron”.