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    [Crónica] Dormir en carnavales

    Por: Rodrigo Villegas

    La escritura es la misma, casi siempre la misma. La que se publica este fin de semana: carnavales, las entradas folclóricas, la devoción de Oruro. Los recuerdos, la memoria festiva. Y es así, la fiesta más importante de Bolivia acapara todos los escenarios. Ahora, muchos de nosotros o de nuestros amigos y familiares aprovechan el feriado largo para otra cosa ajena a las festividades: dormir. Es darle la espalda al mundo, tomar una posición. La de privilegiar el descanso a la algarabía.

    Y es que todos somos distintos: tengo amigos que eligieron viajar hasta Oruro, Cochabamba o Tarija para gozar del Carnaval, que en esta gestión celebra el Bicentenario. Ahorraron por muchos meses para llegar hasta sus destinos y perderse en el alcohol y la fiesta de estos días. Yo también, hace unos años, fui uno de ellos.

    Claro, no es necesario irte tan lejos para eso, para embriagarte hasta perder el sentido del tiempo: tengo, también, amigos y amigas que no paran de “servirse” acá, en La Paz, desde Comadres. Y lo harán hasta el martes, con breves descansos. Solo se necesita un pedazo de tierra o cemento para ese fin.

    Ahora, hablando de inversión, los que eligen bailar en las entradas, más que todo la de Oruro, gastan cientos de bolivianos (si no miles) en participar de la danza, de su promesa con la Virgen del Socavón. A algunos les toca bailar incluso en la madrugada orureña, con lluvia de por medio, con la alegría de ser parte de algo importante. De jamás olvidar aquel momento de devoción.

    Sí, los carnavales le abren la puerta a todo.

    Asumo que es por la edad y por los amigos que tengo dispersados en redes sociales, que muchos de sus estados daban pistas de lo habrían de hacer en estos días: dormir.

    Ya sea con memes o con anuncios directos de descanso, muchos de mis cercanos eligieron estos días de Carnaval para apertrecharse en su casa y meterse en cama para no salir más.

    “El trabajo, Rodri, el trabajo. Han sido días demoledores. Qué voy a salir a bailar o beber, no, yo elijo descansar”, me cuenta una amiga periodista a la que respondo su estado.

    Y es que el trabajo puede ser así, una carga tan fuerte que te absorbe la sangre y las ganas de vivir.

    Recuerdo que hace unos años, cuando estaba en la universidad, un amigo muy fan de la literatura me decía que adoraba los carnavales.

    ¿Porque vas a salir a beber todo el feriado?, le preguntaba con una presunta respuesta ya adoptada.

    No, para nada. Pienso aprovechar estos días sin clases para leer en cama. Y, tal vez, para ver alguna película.

    Es así que mi joven amigo dedicaba las horas que otros elegían para challar, beber o danzar en la lectura de novelas de García Márquez, Bolaño o Nabokov de la que me hablaba el miércoles, cuando regresábamos a las aulas.

    “La he pasado tan bien en cama”, decía, totalmente recuperado, mientras que muchos otros de mis amigos que escogían embriagarse se aparecían el jueves o viernes recién, con los cuerpos magullados, pero con muchas historias que contar.

    Cada quién elige su felicidad, pienso. Yo, que he ido por ambos rumbos en toda mi vida, elijo descansar esta vez. Además, estoy de turno. Y todo el Carnaval. Algunos somos castigados de esa forma.

    Al menos, como esta noche son los premios Oscar, me da chance para ver El Brutalista. Y esperar a que Anora gane todo lo que pueda ganar.

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