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    [Crónica] Deslizamiento en Bajo Llojeta: Cinco años, solo tenía cinco años

    Foto: Municipio de La Paz.

    Por: Rodrigo Villegas

    Primero fue la lluvia, luego vino el temblor, la tierra moviéndose, cayendo. Un deslizamiento, una mazamorra. Luego fue el dolor, el llanto. Las vidas enterradas. Las pequeñas vidas, tan cortas, tan plenas. Con tanto por hacer… El agua en Bajo Llojeta, ese barrio de La Paz que vio la precipitación, que la sintió en el alma. Que ahora, una semana más tarde, aún sufre por ella.

    Ocurrió el sábado 23 de noviembre, en la noche, después de las 20.00. Fueron gotas, solo gotas, que se transformaron en un río que arrastraba tierra, que lo enterraba todo a su paso. Los vecinos, sorprendidos, lograron salir de sus casas y escapar a lugares más altos. Otros subieron hasta los techos, hasta las habitaciones más elevadas. Veían sus primeros pisos inundarse, ser consumidas por el lodo, que se lo devoraba todo.

    – Todo está ahí, enterrado. Mis cosas: mi cama, mi computadora, mi televisión, mi comida, todo… – se lamentaba, con lágrimas en los ojos, una madre de familia que tenía a sus hijos a su lado. Al menos ellos, lo más importante, seguían con él.

    Pero no todos corrieron con la misma “suerte”:

    – A mi hijita la alcanzó el alud, no pudo escapar. Pido a las autoridades que la sigan buscando, que me ayuden a encontrarla…

    Eso decía un padre, un hombre aplastado por el dolor de saber que no verás más a tu pequeña, que ya no la escucharás. Que no podrás tocarla ni taparla por las noches. Que la fe persiste, pero que la racionalidad te dice que no, que es difícil…

    Horas más tarde, después de arduos trabajos de excavación de especialista, bomberos y efectivos militares, se encontró el cuerpito de Camila, que es el nombre de la niña, de la hija de cinco años que murió debajo de la mazamorra.

    Una niña… solo era una niña.

    Pasan días y la Fiscalía convoca al alcalde de La Paz y al de Achocalla. No hay culpables como tal de la mazamorra, alguien o algo como tal que se haya encargado de provocarla, pero la culpa recae en una empresa inmobiliaria que se dedica a la muerte: un parque cementerio privado. Se dice que uno de los encargados habría promovido el movimiento irregular de tierra, y que aquello habría provocado el deslizamiento.

    Días más tarde lo encuentran en Chile, lo apresan y piden su traslado a Bolivia. Pero, con claridad, no llega a ser el responsable “oficial” de la caída de tierra. Entonces, ¿quién más fue? ¿Quiénes fueron? Porque estas cosas no se hacen solos.

    Las autoridades de La Paz y de Achocalla se deslindan del caso y hasta anuncian procesos contra la inmobiliaria. El jueves, el burgomaestre paceño es convocado a declarar en la Fiscalía y la mayoría de los medios, afanados por sacar la primicia, publican en redes sociales que fue aprehendido, que deberá quedarse en la cárcel. Minutos después sale totalmente libre y desmiente los trascendidos.

    La información como un enemigo, como algo en lo que no se puede creer.

    Pero ese es otro tema: pasa una semana y no existen culpables. La pequeña Camila ha sido velada y enterrada en el Cementerio General, con el llanto pesadísimo de sus padres, de sus abuelos y hermanos. Cinco años, nada más que cinco años…

    La lluvia persiste en Bajo Llojeta, pero además en la ciudad, en otras zonas con igual o mayor riesgo. ¿Estamos preparados para combatir el agua cuando cae del cielo con la furia de todos los dioses? ¿Las autoridades han hecho lo suficiente para combatir las inclemencias del tiempo? ¿Hay certezas de que la lluvia no se llevará a alguien que amo?

    Al parecer, no.

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