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    [Entrevista] Marcio, un Tamayo del Valle tarijeño

    Por: Rodrigo Villegas

    Cuando a Marcio le avisaron desde la Alcaldía de La Paz que había ganado el premio Franz Tamayo de Cuento 2024, dos emociones se encontraron en su mente: felicidad y dolor.

    –Felicidad porque creo que el Franz Tamayo es, hasta que vuelva el Nacional de Novela, de los premios literarios más importantes del país. Y dolor porque hubiese deseado que mi bebé esté a mi lado recibiendo esa noticia. Él falleció hace pocos meses, después de estar internado mucho tiempo en un hospital. Todo el tiempo lo pienso. Mientras escribía el cuento lo imaginaba, lo amaba, sufría su ausencia, la injusticia de su vida, aunque la historia del relato nada haya tenido que ver con esto.

    Y es que para llegar hasta este objetivo el Marcio ha tenido que pasar por muchas cosas, por varios golpes y ciertas alegrías.

    Nacido en Tarija pero residente de la ciudad más joven del país, El Alto, desde hace seis años, Marcio Aguilar es sociólogo y, por supuesto, escritor con ya un importante palmarés en sus espaldas: Primer premio del concurso «Yolanda Bedregal. Historias Chiquitas y Chukutas» en literatura infantil, versiones 2015 y 2018 (convocado por la Alcaldía Municipal de La Paz). Primer premio del concurso nacional de cuento corto «Si tus ojos vieran mi historia», el 2021 (convocado por el Banco Mundial). Y el más reciente es justo el famoso Tamayo, el cuento que todos y todas quieren ganar en este país, al menos los que se dedican mayormente a la narrativa.

    –Creo que es un gesto de perseverancia y de mi trabajo –, detalla Marcio, que, tal cual, a lo largo de los últimos cinco o seis años ha obtenido menciones honor y hasta un segundo lugar, como la previa a lo que inevitablemente llegaría en el tiempo.

    Cuando le pregunto de qué va el cuento ganador, Marcio explica:

    –Al momento de idear el cuento, lo primero que me dije fue: quiero hablar de la Tarija de fines de los noventas, de principios de los 2000, que es el período de tiempo más lúcido en mi memoria como habitante de aquella ciudad. Pero al rato caí en lo pretenciosa de mi aspiración. Pasé de querer hablar de Tarija a querer hablar de mi barrio, de mi familia, de mi madre, que son universos igual o más complejos que el primero, pero tal vez menos inasibles. O soy muy ingenuo con esto, o soy muy abstracto, pero hay unas líneas de Óscar Alfaro que me parecen justifican el acto, mi acto: «Y por un solo segundo yo soy un dios soberano que hace bailar en su mano el trompo inmenso del mundo». Valle, mi cuento, es un poco eso, un trompo que gira, un viento que circula por las calles de una capilla, de una plaza, de San José, aquel barrio de calles de tierra y de adoquín, vecino de la quebrada El Monte y de la Villa Abaroa. Mi cuna.

    Toda escritura parte de la lectura, de los libros que nos enamoraron, impactaron. Todos, inevitablemente, tenemos nuestras influencias, unos aromas o voces que se impregnan en ese juego de imitación al que nos avocamos al escribir.

    –Hay muchos autores y no quisiera hacer una lista extensa porque entonces la intuyo, y me intuyo, como exponente de una falsa erudición. Pero de acuerdo a mis lecturas de los últimos años, me declaro fanático de la narrativa de Máximo Pacheco, más particularmente de Los dos entierros de Eleuteria Aymas; soy fanático también de Adolfo Cárdenas, de Marina Closs, de sus Tres truenos, de su Pombero, de Andrea Abreu y su Panza de burro, de todo Rulfo, de Sara Gallardo, de la oralidad en estas literaturas que me ha llevado al tan feliz divorcio del «tiránico español monótono», como dice Closs.

    Marcio, el buen Marcio, es un hombre de voz sosegada, bañada con ese acento chapaco que, a pesar de dejar hace unos buenos años para vivir en el departamento de La Paz, no deja su lengua. Es un tipo delgado que en ese aparente silencio más que bullicio que se lee en su semblante, encuentra las palabras adecuadas para transmitir lo que quiere o necesita decir, y eso ya en la oralidad o en la escritura.

    Ya en el final de la charla, es inevitable no preguntarle acerca de si, ya con tantos cuentos premiados y sueltos en diferentes antologías, no se animará a publicar en libro propio pronto.

    –Puede ser, ya tengo acumulados diferentes cuentos. Quisiera, a mediano plazo, proyectarlos en un libro. Pero más que detenerme en el anhelo de una publicación, pienso y quiero seguir escribiendo sobre mi territorio.

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