Foto: @EURO2024
Hoy comenzó el final (metafísica popular) de la Euro. Al menos de la fase principal: los terceros partidos, los que definen quiénes pasan a octavos y quiénes se quedan en el camino.
El turno era de Alemania, de su grupo. Los teutones habían llegado hasta este partido con puntaje perfecto: dos victorias en dos partidos. El encuentro de hoy parecía ser algo más bien de la anécdota, pero no fue así, para nada: se enfrentó a una sorprendente Suiza, que no los dejó respirar ni un segundo.
Tanto que a pocos minutos de empezado el partido convirtió el 1 a 0 que silenció el estadio, a la hinchada. No era lo que iban a ver.
A lo largo del partido los alemanes no podían hacer mucho para dar vuelta el marcador. Se vieron de frente a unos suizos muy responsables en sus puestos, ordenados e inteligentes a la hora de entender su situación. Hasta tuvieron chances de llegar al 2 a 0, que hubiera sido el definitivo, y Alemania hubiera bajado al segundo lugar en su grupo, con todo lo que eso significa.
Es en esos momentos que aparece la mística, cuando el fútbol no abastece, cuando las cosas no se dan: el cabezazo del recién ingresado Füllkrug marcó el tanto del empate que le da más aire a una Alemania que tendrá un poco de tiempo para corregir ciertas cosas si quiere permanecer como aspirante al título de esta Euro.
Por su parte, una valiente Hungría ganó un durísimo partido con Escocia con un gol marcado en el último minuto, con lo que solo le queda esperar para ver si puede calificarse a la siguiente fase como una mejor tercera.
Hay agonías que valen la pena pasar. Hay agonías que dan vida (más metafísica popular)