Por: Rodrigo Villegas
Solo han pasado dos semanas del Gran Poder, de esa fiesta abismal donde la borrachera y devoción por el baile inundó el centro de la ciudad, y las ganas de más persisten: la calle Graneros, conocidísima por sus puestos de venta de ropa, de mochilas y demás cositas de industria nacional, festejó sus 66 años de vida este domingo, nada más y nada menos que con una entrada por todo lo alto, que contó con una orquesta, incluso, y fuegos pirotécnicos.
Los comerciantes, engalanados con trajes algunos, con vestidos de morenos, chinas y caporales, los otros, compartieron cajas y cajas de cervezas después de realizar su recorrido, que atravesó las arterias de la Tumusla y, por supuesto, la Graneros, el lugar en el que desempeñan su trabajo todos los días, ya que “la venta nunca duerme”, como me dice una casera que ha decidido no participar de la enjundia, pero sí celebra un aniversario más de su espacio querido, que le permite comer a sus hijos y nietos.
“Peor ahora, que la cosa está fea, que todo ha subido. Pero ni modo, igual hay que disfrutar de una manera”, me cuenta su compañera, que sí tiene una copa de cerveza en la mano. Que suele vender zapatos y tenis, pero que hoy no abrió su punto de venta para acompañar la celebración.
Es entonces que la orquesta, que está compuesta por unas veinte personas, unas que tocan las trompetas, los platillos y bombos, los demás que cantan y bailan adelante, en plena calle, a la luz de un sol que todavía está en lo alto, comienza un enganchado de los Ángeles Azules. Se van a lo seguro, tanto que la mayor parte de las mujeres, más que todo las que están ataviadas de chinas morenas, de rojo, bailan y los graban como si fueran la mismísima banda mexicana.Intento encontrar a los pasantes, pero no los hallo. Cuando le pregunto a una de las chinas, me dice que deben estar atendiendo a otros padrinos, pero que poco podrían contarme porque ya estaban “durísimos”.
Aprovecho para preguntarle qué se siente participar de aquel acontecimiento: “66 años no es poco, antes mi mamá vendía en el puesto donde estoy yo, que vendo útiles escolares. Y capaz le deje a mi hija también, aunque ella está estudiando Comunicación en la universidad”.
Antes que pueda decirle que su hija se ha equivocado de carrera si dinero es lo que quería, llegan más chinas y unos hombres que al parecer bailaron de morenos con ellas, pero que ya no cuentan con sus trajes como tal, solo las camisas blancas. Están ebrios, me invitan un vaso, bebo, les deseo lo mejor, felicidades, antes que todo se ponga más intenso.Horas más tarde será lunes, martes y así, la semana comenzará otra vez, en la búsqueda de formas de vida, de enganchar a la gente con los productos, con la venta. Con el trabajo habitual, el del comercio. Hoy, este domingo, solo vale una cosa: gozar.
La Paz siempre será una fiesta.