Por: Rodrigo Villegas
Mauro Gatica se trasladó de Chile a Bolivia en 2016, dejando su patria, el lugar en el que nació, para construir su propia historia, su propia familia, en este país “en el que todo se puede hacer”. Por amor, claro. Todo por amor.
Porque se había enamorado de Patricia Réquiz, escritora y editora cochabambina que conoció en una Feria del Libro de La Paz, en 2015, donde ambos participaron en los stands de libreros independientes. Patty, como la llamamos de cariño todos los que la queremos, formaba parte de Yerba Mala Cartonera, editorial boliviana que publica libros artesanales basados en la lógica del cartón, así que había llegado hasta La Paz con el fin de mostrarlos en la feria. Mauro, por su parte, había llegado por un encuentro internacional de poesía al que había sido invitado y donde aprovecharía para vender su material, sus poemarios.
Como casualmente los colocaron al lado en sus puestos, comenzaron muy pronto a charlar, a reír muchísimo, a conversar de literatura, que era lo que más les movía el mundo a ambos y que lo sigue haciendo hasta ahora. Se leyeron, se reconocieron en cierto lenguaje escrito, en la impronta.

Cuando la feria terminó, quedaron para salir un par de tardes, de noches. Mauro, claro, tuvo que retornar a Chile, pero ya tenía el bichito en su mente, no se lo podía sacar de encima. También Patty, así que no dejaron de escribirse, de llamarse. Mauro volvió de visita a Bolivia, esta vez a Cochabamba, donde vive Patty, y consolidaron su amor. Tanto que, tiempo más tarde, Mauro decidió migrar acá, a Bolivia, en una apuesta que llegaría a ser la decisión más importante de su vida. Por amor, todo por amor.
Electrodependiente
– Como Mauro ya estaba acá, en Bolivia, teníamos que ver formas de sobrevivir económicamente, un proyecto de vida. Y decidimos, locamente, fundar una editorial.
Patricia Réquiz (Cochabamba, 1988) escribe desde muy niña, pero capaz encontró el poder total de la literatura en su adolescencia, tanto que muchos de sus cuentos publicados y ganadores de los principales premios en el país (ganó el Adela Zamudio y el Franz Tamayo) van de eso, de aquella época extraña y dolorosa por la que pasamos todos.
– Como la literatura era “lo nuestro” es que decidimos lanzarnos al vacío y fundar Electrodependiente, que nace de un poema que leímos juntos hace unos años. Y como ambos teníamos la experiencia en elaborar libros artesanales, de cartón, fue que experimentamos un poco más y comenzamos a sacar libros de autores nacionales que no eran muy conocidos, apostábamos por gente joven, con frescura. Pero luego decidimos hacer a la par libros de autores internacionales que estaban muertos, clásicos universales, aunque ya luego sacamos cosas más contemporáneas, para democratizar un poco la distribución de novelas y que denominamos Hacker, como sello, y que vendíamos y continuamos vendiendo a precios mucho más accesibles que en librerías. Pero, claro, el proyecto comenzó con Edén…
Edén #1360 fue el cuento que con el que Patty ganó el Adela Zamudio en 2016, año en el que Mauro decidió llegar a vivir a Bolivia con ella. Año también cuando Patty quedó embarazada de Facundo, el Facu, que por aquel entonces aparecía en la barriga de su mamá.
– Como al parecer no iban a publicar el cuento en la Alcaldía, cosa que hacían todos los años y justo desde esa gestión dejaron de hacer, decidimos sacarlo a la luz con el Mauro, y fue ahí que salió la idea de fundar nuestra propia editorial. Y lo hicimos: meses más tarde, con el dinero del premio, que eso sí me lo dieron, logramos imprimirlo y presentarlo. Y luego vino otro y otro y otro…
Tirando Paño
– Como no teníamos un lugar propio para vender nuestros libros de cartón, no nos quedó más alternativa que tirar paño por todos lados, plazas, ferias de venta de verduras y frutas, parques, entradas de universidades, donde tocara.
Mauro Gatica Salamanca (Arica, 1974) dejó la playa ariqueña para arribar a la ciudad jardín, la del chicharrón y la chicha, y para apropiarse de este territorio: en poco tiempo fundó una editorial, publicó y escribió libros acá y hasta tuvo su propio hijo, que aunque es, por supuesto, boliviano, lleva la sangre chilena en sus venas. Incluso, tres años más tarde, ganó el Franz Tamayo de Poesía con En deshabitar está la razón, casualmente justo en el mismo año en que Patty ganó el mismo certamen, pero en la categoría cuento con Miércoles de cancha.
– Con ese dinero acumulado de los premios de ambos, y ya con el Facu con dos añitos, nos lanzamos al vacío otra vez y decidimos alquilar este local–, me muestra Mauro, una tienda pequeña pero muy nutrida de libros no solo de Electrodependiente, sino de todas las editoriales de Bolivia y alguna que otra de Latinoamérica, que está ubicada en pleno centro de la ciudad, a dos cuadras de la Plaza Colón, por la avenida Salamanca.
– Fue un sueño tener esta librería y lo logramos –, me cuenta Patty, mientras juega y escucha al Facu, que ya va por sus cinco años.
Se establecieron rápidamente, la gente comenzó a llegar con más frecuencia, al punto de convertirse en uno de los referentes literarios de la ciudad, donde no abundan las librerías.
– Le metemos durísimo al trabajo–, me cuentan ambos, que me explican que casi siempre deben madrugar para escribir un poco, abrir la librería en la mañana y en las tardes, sacar más libros de cartón, hacerlos uno por uno, cuidar al Facu y a la vez estar en todos los proyectos culturales a los que son convocados, ya que no es que con la librería han dejado de tirar paño de tanto en tanto.

Lo que sí, hasta hace un par de años han dado un paso más adelante: han comenzado a publicar libros como tal.
Electro crece y crece
Y es así: en 2020 convocaron al Primer concurso nacional de cuento Electrodependiente Sub 25 y lo ganó un joven paceño con un cuento que tituló Fogata, y que luego, con tres relatos más, se convirtió en el primer libro oficialmente publicado por Electrodependiente: Las cenizas son producto de su combustión.

– Luego, tiempo más tarde, vinieron Los ninjas, novela de Iván Gutiérrez; Señor de gloria, de Nicolás Gonzales; Casa impropia, de Rodrigo Figueroa, nuestro primer poemario, aunque muy pronto tendríamos el segundo, que fue Universo 127 Expandido, de Lucía Carvalho. El último que sacamos es reciente, de hace unas semanas, que es Nekrósfera: Transmisiones desde la perdida carcosa, del chileno Pablo Espinoza Bardi”–, detalla Mauro, con el entusiasmo de ver el proyecto crecer y crecer.
Todo eso me lo explican a la par, como si pensaran al mismo tiempo, así es el nivel de conexión que tiene este par.
– El plan es añadir más autores internacionales al catálogo, así como Espinoza Bardi. Ahora, también tenemos en mente cambiar de lugar, de librería, por un lugar un poco más grande, ya que cada vez nos llegan más y más libros y nos gustaría tener un espacio más grande para albergarlos todos, aunque de momento estamos muy cómodos donde estamos.
Por último, mientras Facu abraza a sus papás, me cuentan que tienen el deseo de convocar una vez más al concurso de 2020, pero esta vez en las categorías de cuento y poesía. Que ojalá lo puedan sacar este año.
Yo solo los veo, escucho y comprendo algo más del amor. Lo que uno hace por amor…