Por: Rodrigo Villegas
–Yo soy Illimani y mi hermano es el Illampu.
Es de mañana en la caótica ciudad de La Paz: paros, marchas y bloqueos hacen cada vez más difícil moverse por las calles de la urbe. Cerca de la plaza Abaroa, un contingente policial aguarda por los movilizados evistas, que llegarán más tarde hasta el lugar, donde se encuentra el Tribunal Supremo Electoral (TSE), para reclamar por la inscripción de Evo Morales. Habrá enfrentamientos y gasificaciones. Algunos fotógrafos esperan también en las esquinas para capturar con sus herramientas aquellas imágenes que contendrán un momento de la realidad e historia nacional. Esa es la magia de la imagen: su capacidad de almacenaje de un recuerdo, de una emoción.
Pero de momento (son las 10.00, más o menos) no hay nada. Solo personas que van de un lugar a otro, que caminan por Sopocachi o que salen a la avenida 6 de agosto. Que viven sus presentes como pueden, algunos con los cerebros saturados del diario trabajar, de transitar por la misma urbe. En una esquina los encuentro, a María Fernanda (Rat Maf) y a su amigo. Nos saludamos, conversamos un poco de eso, de la situación política y económica del país, e ingresamos a un café, donde el silencio y calma del lugar resuenan como una isla en medio de la catástrofe de la ciudad, de lo que acontece.
Ahí es que me lo dice, al lado de la Rat Maf: Yo soy Illimani y mi hermano es el Illampu.

María Fernanda Cáceres (1999) es Rat Maf. Es química de profesión, pero le encanta la fotografía. Tanto que hace un tiempo empezó a compartir imágenes que capturaba con su celular. Lienzos de la ciudad que habita: El Alto. En poco tiempo sus fotografías cobraron un impacto en las personas que las miraban desde las pantallas de su celular: María Fernanda utilizó Instagram como fondo de lo que habían encontrado sus ojos. Ahora, lo más peculiar era que aquellas fotos estaban tornasoladas con tonos verdes, magenta y azules, entre otros. Tenían estelas psicodélicas, hipnóticas.
–En la química he encontrado colores que siempre me han desbordado, patrones en medio del caos. Me fascinó la idea de conjugarlas con la fotografía, mi otra gran pasión. Así que, desde mi celular, me animé a jugar con ellas. No me considero una fotógrafa como tal, sino una cazadora de momentos. Pero también tengo un lindo recuerdo con los colores: mi abuela solía llevar manqanchas fucsias que me parecían geniales, que siempre intenté imitar. Todo eso se quedó en mis ojos y lo reflejé en mis fotografías.
Las fotografías de Rat Maf (“Me gustó lo de Rata porque algunos amigos me decían, de cariño, ratita y porque tenía un peluche muy querido de ese animalito cuando era niña”) narran la ciudad alteña, sus coches, las puertas de sus casas. Sus fachadas, los rostros de sus habitantes.

“En términos estéticos podríamos situar el trabajo de Rat Maf en un maximalismo digital, enfatizando en lo digital con la sola intención de resumir el proceso de captura exprés desde un celular y la reducción de la gala cromática de los pixeles para su directo almacenaje en Instagram. Este proceso escapa de lo que Baudrillard llama hiperrealidad, donde la sociedad ha construido para sí un mundo que es más real que lo real, y en el que los habitantes viven obsesionados con la perfección de las tecnologías, con la alta definición de las imágenes, la preocupación por evitar el paso del tiempo”, explica la también fotógrafa Noemí González acerca de Saturada, el libro que compendia varias de las fotografías de María Fernanda.
–No sé cómo comenzó el proyecto, solo se dio, fluyó. El Illimani me dijo: Hay que sacar un libro. Y lo hicimos.
Illimani Aguilar nació en La Paz, en 1997. A pesar de dedicarse hoy por hoy completamente al arte, es politólogo de profesión. Y es que hay cosas que te enganchan más, como una condena. Cuando se lo digo Illimani se ríe. Porque entiende que vivir por y para el arte es algo también complicado. Bonito, pero difícil.
–Con la María Fernanda somos amigos hace ya un buen tiempo, y siempre me han gustado sus fotografías, las que subía a Instagram. Me parecía una locura esa psicodelia, esa intervención de la realidad a través de los colores, de los tonos que usaba. Uno de esos días, como una conversación casual, se lo dije: ¿por qué no hacemos algo más grande? Y un tiempo después nació Saturada.

Illimani tiene el cabello cortito, pintado de color rosado. Es de una risa bien presente, una energía que contagia.
–Mi hermano mayor se llama Illampu y hace unos meses inauguramos Estuco, un estudio donde ya realizamos un par de exposiciones artísticas. En Estuco, también, presentamos por primera vez Saturada.
Estuco está construido en el sótano de la casa familiar de Illimani, en la calle Jaén. La bautizaron así porque tiene las paredes blancas y porque, cuando la construyeron, vieron que el color se adecuaba a lo que querían presentar. Es un cubo blanco.
–Tus papás fueron muy creativos con sus nombres.
Illimani se ríe y bebe un poco de su café. Luego me cuenta que para hacer posible el nacimiento del libro tanto él como María Fernanda tuvieron que hacer muchos sacrificios. Económicos, por supuesto, pero también de vida.
–Entre otras cosas, me dedico de tanto en tanto a realizar tours turísticos por La Paz, por lo que para la impresión de Saturada tuve que ahorrar lo suficiente para dar mi parte.
Rat Maf, por su parte, me cuenta del ritual que constituyó para ella encontrar el dinero preciso para que el libro viera la luz.
–Saturada es como una hija para mí, literal. Para poder pagar la impresión me animé a hacer algo trascendental: vender mis óvulos. Fue un proceso que llevó sus meses, pero se logró. Así que este libro tiene un aura particular. Una esencia.
Saturada fue impreso en Complot Ediciones, la imprenta de José Villanueva, poeta y amigo en común de María Fernanda e Illimani. Cuando le preguntaron a José qué tanto podrían experimentar con las texturas y los materiales, José les dijo: Lo que quieran, adelante.

Fue así que ambos se pusieron a la tarea de ver las mejores formas para el libro, para que encuentre su forma de nacer.
–Para que las fotografías no perdieran el color preciso que María Fernanda había utilizado había que escoger un papel con el gramaje necesario. Así que experimentamos con muchas hasta que encontramos la que queríamos. Ahora, para la textura de la cubierta elegimos el material de las carteras, algo más glamuroso. Ahí, en grande, está la palabra que engloba el concepto del libro: Saturada.
María Fernanda escucha a Illimani y luego, cuando entiende que es su momento, se apropia del relato:
–En esos días yo me encontraba con muchas cosas en la cabeza, con una saturación de problemas y responsabilidades que no sabía cómo condensar. Ahora, el ritmo y colores que utilizo en las fotografías juega con eso también, con la saturación. Así que era, tal vez, la mejor palabra para definir el proyecto.
–Esta era la historia de María Fernanda, quería que el libro fuera de ella, que consistiera en eso, en su esencia – cuenta Illimani, que me explica que el teñido de su cabello se lo ha hecho la misma María Fernanda, que también tiene el cabello pintado, pero el de ella son rayos violetas.
La Rat Maf y el Illimani son así, artistas que han encontrado en el trabajo colaborativo una manera de salir adelante, de generar comunidad y encumbrar su arte. La amistad como un valor tal vez no muy connotado en la movida cultural habitual.
Una vez que terminamos la conversación, nos levantamos, pagamos nuestros cafés y volvemos a la calle, al esmog, al caos. Pienso en la María Fernanda, en sus ojos, con los que transformará esta “realidad” y se la apropiará a través de sus colores, sus texturas. La saturación que se encuentra en su cerebro.