Por: Rodrigo Villegas
El odio puede nacer del amor. De ese sentimiento noble, esperanzado y donde se busca lo mejor para la otra persona, la que nos hace compañía en los momentos más difíciles, puede generarse una piedra oscura y pesada que convierta todo aquel afecto en resentimiento, en ansias de venganza, en la espera de que suceda lo peor para el otro. Aquel que algún tiempo fue un aliado puede transformarse en tu más acérrimo rival. Eso pasó en el Movimiento al Socialismo (MAS). Aquello sucedió entre Evo y Arce.
Fue algo que se vino gestando de a poco, como una semilla que se hace flor con las semanas, con la fuerza del agua y aire. Fue un acontecimiento que terminó por estallar en este 2024: se ejecutaron congresos de ambas facciones, cada uno eligiendo a sus propios líderes.
Morales comenzó a llamar “traidor” a Arce, mientras que el presidente aseguraba que no permitiría el regreso “de ningún caudillo que manejaba las cosas a su antojo, a dedazo limpio”.
Poco a poco Evo Morales, el expresidente y la figura emblemática del partido azul desde tiempos “inmemoriales”, fue atacando cada vez más fuerte al actual mandatario nacional, Luis Arce, a quien responsabilizó de distintas crisis que sufrió el país a lo largo de la gestión.
A la vez, su representatividad en las cámaras de Diputados y Senadores impidieron la aprobación de créditos, dinero que era demandado por la gente de Arce para frenar la escalada de la inflación y otros problemas que le cayeron encima.
Como respuesta, Arce empezó un estilo de mensajes en las que culpaba de diferentes líos nacionales a Evo, que conforme pasaban los meses se dio a organizar bloqueos y marchas en “representación del pueblo”.
Fue así que un 5 de mayo se ejecutó en la ciudad de El Alto – antes uno de los bastiones de Evo – el congreso “arcista”, que encumbró al dirigente Grover García como el nuevo presidente del instrumento político.
Evo respondió con risas, así como su gente, argumentando que aquella reunión no era válida y por lo tanto el resultado fungía como inservible.
No contaba con que meses más tarde, en noviembre, tanto el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) y el Tribunal Supremo Electoral (TSE) reconocieran aquel congreso como válido, dejando fuera del liderazgo azul a Evo.
Morales y su gente se negaron ante esta posibilidad, por supuesto, pero no pudieron hacer mucho debido a la “debilidad” con la que contaban ya para estas fechas: Evo había sido implicado en casos de estupro y trata y tráfico – que mancharon terriblemente su imagen –, y gran parte de la población le tenía tirria por el bloqueo de más de cuarenta días que había de alguna forma protagonizado, en la que el precio de varios alimentos llegó hasta las nubes. En la “Marcha por Bolivia”, donde él y sus seguidores partieron desde Caracollo para llegar hasta La Paz, se evidenció que el apoyo del caudillo se había reducido: en las fotografías aéreas que se pudieron sacar, se notó que solo algunos cientos de personas habían asistido al mitin, cuando hace años el poder de convocatoria de Morales era apabullante.
¿Pero por qué insistir en una candidatura, en un regreso al poder, cuando todo hace prever que no podrías postularte una vez más? Por la también debilidad del Gobierno, que en esta gestión ha pasado su peor año, con una crisis económica que, según especialistas, ahondará en 2025: la escasez de dólares – que fue la punta de lanza de las otras crisis que aparecieron más tarde –, de arroz, aceite, combustibles y carne hicieron que los productos en los mercados suban sus precios de manera alarmante, logrando un desencanto y furia contra Arce, que no pudo resistir la impronta de la gente ni siquiera anunciando el descubrimiento de un pozo gasífero en Mayaya ni con el llamado a un referéndum, donde se trataría la continuidad o no de la subvención de combustibles.
Dos fuerzas con el poder desacelerado pugnaban por aquel matriz azul que es el partido, la sigla, la militancia. La posibilidad de sostener el poder, de repetirlo, o de retomarlo de una vez.
Entretanto, las figuras de oposición se hicieron cada vez más fuertes, a la espera ahora de las siguientes elecciones presidenciales, donde planean aprovechar esta feroz batalla azul y tomar la silla y bastón de mando.
Mientras tanto, en cercanías de Navidad, Evo pasa un “exilio dorado” en el Chapare, a la espera de nuevas estrategias y formas de encumbrarse una vez más. Con un presunto intento de asesinato en sus espaldas, Morales aguarda a que la crisis persista para tomar del cuello a Arce y regresar al trono del que, dice, no debió salir jamás. A pesar de haber presuntamente perdido su sigla de siempre, ha anunciado la participación “a las buenas o las malas” de los comicios de 2025 aunque sea con “una sigla prestada o regalada”.
A la vez, el Ministerio de Gobierno, entre otros, ha capturado a distintos líderes evistas y aún busca a otros – como Juan Ramón Quintana –, a quienes promete prisión. Con la reciente extradición a Estados Unidos del exjefe antidrogas de Morales, Maximiliano Dávila, quien deberá contar todo lo que sabe e hizo en temas de narcotráfico en el gobierno de Morales, el Gobierno de Arce pareciera dar un mensaje: Evo, ahora iremos por ti.