Rodrigo Villegas / La Paz
El martes 5 de noviembre de este año una noticia dejó al mundo boquiabierto: a pesar de la mayoría de las encuestas y predicciones, de todos los procesos penales que lo aquejaban, del impulso de una nueva candidata en la lucha electoral, el republicano Donald Trump vencía en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, marcando el regreso de uno de los líderes más polémicos de la historia no sólo norteamericana, sino mundial.
En Bolivia, la noticia se la conoció en la madrugada y se la confirmó en la mañana. Por una amplia mayoría de votos en los estados clave, Trump se hacía del poder por segunda vez en su vida – su primer mandato transcurrió de 2017 a 2021 – y con una fuerza mayor, ya que conseguía más poder que en su gestión pasada: esta vez tendrá mayoría en la Cámara de Representantes.
Trump, de 78 años, regresará a la Casa Blanca – debe asumir el mandato de Estados Unidos en enero de 2025 – para hacer cumplir las promesas con las que se cansó de endulzar a una mayoría del pueblo estadounidense: una campaña feroz contra la inmigración.
“Son delincuentes que vienen a manchar de sangre a América”, dijo Trump más de una vez, refiriéndose a los miles y miles de latinoamericanos y africanos que llegan cada día a los Estados Unidos, personas obligadas a dejar sus territorios por la hambruna, la falta de empleo, la violencia y otros factores. Como si fueran una enfermedad, Trump ha jurado sacar a los indocumentados, que “les quitan el trabajo a los nativos americanos”.
A poco de asumir la presidencia, ha anunciado también un incremento en los aranceles con México, Canadá y China. Con los dos primeros por los problemas migratorios. Con China, por presuntamente abastecer de drogas al suelo estadounidense.
¿Pero cómo es que Trump ganó unas nuevas elecciones luego de perder las de 2020 con Joe Biden y quedar marginado de la política nacional por tantos años y con varios procesos penales de por medio?
Una de las explicaciones – además del tema ya mencionado de la inmigración y del apoyo de la población estadounidense para esta medida – se dio con quien antes fue su gran enemigo: el propio Biden.
Aquejado por los achaques y deficiencias mentales que va provocando la edad conforme pasan los años, un Biden de 82 años, presidente y también candidato por los Demócratas para una segunda gestión, se vio debilitado por sus improperios registrados en cámaras de televisión tanto en declaraciones como en debates. Como si alguien le pisara el pie o le apretara el estómago, Joe se equivocó más de una vez con nombres de otras autoridades o hasta con mencionar cualquier palabra común. Aquello lo puso como un flanco directo de Trump, que con su labia de político, empresario y figura de TV que lo precede, se lo devoró en los dichosos debates.
Biden, apesadumbrado y empujado por sus mismos partidarios, decidió dejar la carrera electoral a un lado a pocas semanas de los comicios. Así que debía encontrar un reemplazante: la elegida fue la vicepresidente Kamala Harris.
Harris, de 60 años, llegaba con frescura y dispuesta a conseguir el ansiado trono. Tenía mucho a su favor: era mujer (lo que según algunos estudios le daría un amplio apoyo femenino de la población norteamericana), afroestadounidense y de ascendencia india, lo que también le valdría un fuerte apoyo de los votantes latinos. En las encuestas venideras, casi todas la daban como la gran favorita.
Así que lo que pasó el 5 de noviembre fue más que inesperado para el mundo en general, cuando los resultados a boca de urna confirman una victoria irreversible de Trump.
Tal vez dos de los factores de este inesperado triunfo se deban a dos situaciones. La primera es el intento de asesinato que sufrió en un mitin el 13 de julio, cuando, en el estado de Pensilvania, Trump, que daba un discurso, fue sorprendido con disparos de un francotirador que acabaron con la vida de más de un republicano que se encontraba ahí para escuchar a Donald, quien milagrosamente salvó su vida al recostarse rápidamente y ser cubierto por los agentes de seguridad. Ensangrentado de una oreja, Trump levantó un puño y nació ahí, capaz, la fotografía más importante del año.
Aquello le dio una fuerza mayor, como si fuera un elegido, un hombre que “venció” a la muerte.
El francotirador, un hombre de apenas 20 años, fue abatido unos segundos antes.
El otro factor determinante fue el apoyo del multimillonario Elon Musk, dueño de X (antes Tweeter), que incendió su red social, una de las más importantes del mundo, con mensajes en favor de Trump, entrevistas y contenido que lleguen a la mayor parte de las audiencias, neutralizando el apoyo que podría tener Harris.
Además, los factores económicos – la mayoría de los habitantes afirmaban que estaban peor que hace cuatro años –, la negación de legalizar el aborto – Estados Unidos es un país altamente religioso – y el crecimiento del voto latino a favor de Trump – que se puede analizar desde varias vertientes – aceleraron el retorno del magnate.
Lo cierto es que la misma Kamala, una vez conocidos los resultados, declaró que se debía reconocer la victoria de Trump, que la había vencido en las urnas y de forma democrática. Ahora Estados Unidos espera por la transición. Por el momento ya se han desestimado algunos de los procesos que Trump llevaba en sus espaldas – como el famoso caso Stormy Daniels – y parece que, como casi todo mandatario, gozará de impunidad hasta que culmine su mandato por lo menos.
¿Qué sucederá con Bolivia? ¿Qué tanto nos afectará el regreso de Trump a la Casa Blanca? Lo sabremos en los meses (y años) venideros.