A Inglaterra le han costado todos los partidos de esta Euro. A pesar de contar con jugadores de excelencia, no pudo cuajar ese talento en el funcionamiento de un equipo como tal. Tanto que ha llegado a cuartos con lo justo.
La situación era distinta con Suiza: una escuadra sin nombres rutilantes pero que a lo largo de la competencia había jugado como «un relojito». Hoy estuvo cerca, muy cerca de eliminar a los ingleses. Pero el fútbol es cruel.
Porque, después de marcar el gol que les podía dar el triunfo, se vieron rápidamente empatados por la «mística» de los equipos de tradición. Ya en los penales, pasada la prórroga, el tal vez mejor defensor de la Euro, Akanji, falló su tiro y los suizos tendrán que volver a casa. Eso sí, con la frente en alto.
En el partido posterior, Países Bajos remontó (2 a 1) a una Turquía que lo dio todo por ganar y lograr el sueño de las semis en la «patria nueva», esa Alemania a la que miles llegaron hace décadas y consolidaron sus familias en Hamburgo y Dortmund.
A pesar de aquel descomunal apoyo, vieron el marcador revertido en pocos minutos, con un Gakpo, hasta el momento el mejor futbolista de la Euro, encendido.
Los neerlandeses celebraron en medio del llanto de los turcos, que seguramente hubieran merecido algo más. Pero así es este deporte, un tanto cruel. Como la vida.