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    [Crónica] La furia del río

    Por: Rodrigo Villegas 

    El puente que casi se come el río

    Esta es la actualidad del puente que apenas es puente: unas tres barandas amarillas abrazadas y fierros, lo poco que quedó del muro que cubría la visión de esta parte del río. El río se lo comió. El agua, cuando quiere, es fuerza, es violencia. 

    Hace unas semanas, el desborde del río Huayñajahuira, que pasa por la Costanera, se llevó el puente, un pedazo, que conecta Calacoto con Mallasa, el que está cerca del parque la Florida. La fuerza del caudal se devoró el cemento. Hay videos publicados en redes sociales que muestran cómo ese día (una tarde de marzo, hace unas dos semanas) el agua café y espesa intenta sumergir a un trabajador municipal, a una vendedora de dulces en su quiosco y a su hijita, de menos de 5 años, a vehículos que circulaban por ahí. Gracias al cielo no hubo heridos o, bueno, cosas peores que lamentar.

    “Fue terrible, sorpresivo”, me cuenta esa misma vendedora, la del video, que persiste en su quiosco -debe trabajar, tiene más de un hijo- a pesar de lo que le pasó, de esa casi tragedia que no fue. 

    “Siempre suele llover fuerte por estas fechas, pero esta vez se pasó la lluvia. De la nada el río se desbordó, casi me lleva, a mi hijita más. Por suerte, la detuve a tiempo”, complementa la caserita, una mujer de pollera de poco más de 30 años que vende dulces, galletas y gaseosas en esa tienda roja que quedó grabada en los videos que aparecieron y se compartieron rápidamente por Facebook aquella tarde en la que el río cobró una fuerza abominable.

    Cuando la lluvia casi destruye una ciudad  

    Lo cierto es que las lluvias de los primeros meses destrozaron La Paz. Basta recordar que hasta la semana pasada -cuando la habilitaron- la Avenida del Poeta estuvo cerrada por más de un mes: la lluvia mojó tanto la carretera que una parte del pavimento se hundió. Bueno, a la 17 de Obrajes le pasó algo similar: la capa asfáltica sufrió el colapso más de una vez. Todo eso sin contar lo que pasó en Achocalla… El agua, la lluvia, cuando quiere puede ensañarse con la tierra, enfurecerse.

    A propósito de eso, la Alcaldía paceña anunció hace poco que se reunió con autoridades de Gobierno para planificar y ejecutar el Plan de Recuperación de La Paz “De la tormenta a la esperanza”, en el que se definió un presupuesto de 18 millones de bolivianos para refaccionar las zonas afectadas con 140 proyectos que se ejecutarán en la ciudad. Será el primer paso de muchos, dijeron las autoridades municipales, ya que se prevé más presupuesto para los siguientes trabajos de limpieza de lo carcomido.

    Al respecto, el alcalde paceño, Iván Arias, dijo que este es un proceso de “reconstrucción de la urbe”, de todo lo dañado por la furia de la lluvia. Que se hará todo lo posible para devolverle a la ciudad “el brillo” y salvaguardarla de los desastres provocados por las granizadas, por las inundaciones.  

    Claro, habría que preguntarse: ¿cuál y cuánta ha sido la responsabilidad de la Alcaldía en la afectación de la ciudad en estas semanas de lluvias? ¿Qué acaso no hay un plan de prevención contra posibles desbordes de ríos? ¿No existen especialistas en el GAMLP (Gobierno Autónomo Municipal de La Paz) a los que se les paga buenos sueldos para estar pendientes y listos para resolver cualquiera de estos problemas? ¿O es que en serio las lluvias fueron algo sin precedente en la historia de la ciudad y los tomó desprevenidos?

    El monumento al desastre

    Todas aquellas son cuestionantes de las que deberíamos saber las respuestas en poco tiempo, ya que, con más lluvia, con más intensidad, visto lo visto, la ciudad podría caer en más estragos. Dios nos libre, pero, por lo presenciado, no es nada imposible de suceder.

    Por el momento, lo único que nos queda como un monumento al desastre es un puente que es medio puente, un puente por el que circulan los vehículos con cierto miedo, con determinada lentitud. Un puente que es mitad escombros. Las marcas de la furia del río. El agua, cuando quiere, puede ser furia, destrucción. Se lo puedo comer todo. Todo.

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