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    Crónica de una asunción

    Fotos: José Fernández

    Por: Rodrigo Villegas

    1. Las ratas

    Días antes de la transmisión de mando presidencial, las ratas escapan de la Plaza Murillo. Es al menos lo que anuncian las autoridades encargadas de la limpieza del centro político de la ciudad de La Paz, que a su vez es el de toda Bolivia. Anuncian que han limpiado el lugar, que han sacado las malezas, que han repintado las barandas que dan pie a los jardines, que han reforestado lo que se pudo. Que han ahuyentado a los ratones que vivían ahí, entre lo verde, escondidas.

    ¿Volverán?, alguien pregunta al paso.

    Imagino una respuesta: Depende. Hay varios factores a considerar. Es decir, puede que, si los trabajos de cuidado y limpieza de la plaza se hagan regulares, si se mejora en esta labor, con funcionaros honestos y eficientes, se impida el regreso de estos roedores. Ahora, si solo fue una labor realizada por la ceremonia de cambio de gobierno y nada más, si no se efectúan labores cotidianas, certeras, si solo fue parte de un discurso ante los medios de comunicación, si se repiten las mismas mañas que permitieron la proliferación de estos seres vivos, es muy probable que estos animalitos vuelvan a estar cerca del Palacio de Gobierno una vez más en unas semanas, meses. O años.

    Ahora, también es probable lo siguiente: que estos nidos recién dejados sean ocupados muy pronto por una nueva especie de ratas, de alimañas de colores más claros o más oscuros que se acomoden en sus recién abandonados hogares y hagan de ellos su beneplácito, su principado. Que nada, en el fondo, cambie en la plaza: que todavía sea, a su modo, un nido de ratas.

    Eso solo lo dirá el tiempo, nada más que el tiempo.

    2. La ceremonia

    La mañana del sábado 8 de noviembre de 2025 amaneció con el sol en lo alto en la sede de gobierno. Pero a las 09.30, más o menos, una lluvia persistente e in crescendo se hizo carne, a poco de que Rodrigo Paz y Edmand Lara juraran como los nuevos gobernantes del país tras casi veinte años de gestión del Movimiento al Socialismo (MAS), solamente interrumpida por los acontecimientos sucedidos en 2019 que dieron paso al breve ingreso de Jeanine Añez al poder, quien, justamente, fue recién liberada de la cárcel en la que permaneció por más de cuatro años por las acusaciones de haber provocado un golpe de Estado. Ahora le tocó presenciar la asunción de los nuevos mandatarios desde una testera, en total libertad.

    La lluvia, que comenzó como una breve llovizna, se convirtió prontamente en una garúa más acelerada, tanto que logró empapar de pies a cabeza a los cientos de visitantes que habían llegado a presenciar la asunción de mando, sectores sociales y grupos afines al renacido Partido Demócrata Cristiano (PDC), frente político con el que Paz y Lara lograron dos victorias en las elecciones presidenciales de esta gestión: la del 17 de agosto y la de la segunda vuelta, llevada a cabo el 19 de octubre, donde se impuso con casi un 55% a su contrincante, el expresidente Tuto Quiroga.

    Es así que rápidamente los seguidores de Paz y Lara recurrieron a comprarse ponchillos que evitaran una mojazón más aguda. Es algo que los mandatarios invitados para la ocasión no tuvieron que hacer: tenían a alguien, un empleado propio, que les llevaba un paraguas abierto encima de sus cabezas, a la espera de que ni una sola gota mojara los trajes de, por ejemplo, el presidente argentino Javier Milei, el de Ecuador, Daniel Noboa; y el de Chile, Gabriel Boric. Y, por supuesto, el del subsecretario de Estado de los Estados Unidos, Christopher Landau, que vino hasta Bolivia en representación de Donald Trump.

    No vino, entre otros, Nicolás Maduro, el presidente de Venezuela. Paz no lo invitó.

    En su paso de gala por la Plaza Murillo, engalanada con alfombras rojas, pantallas gigantes y cientos de sillas de plástico, los dignatarios no pudieron apreciar del todo, debido a la lluvia, las banderas de los distintos departamentos, colocadas por la ceremonia en lo alto del Palacio de Gobierno y de la antigua Asamblea Legislativa. En esta última recientemente, a pocas horas de la ceremonia, se había retirado la wiphala, símbolo andino que había ocupado un lugar especial en todas las gestiones del partido azul.

    Dos días antes, también, se había modificado el famoso reloj del Palacio de Gobierno que David Choquehuanca, el ahora ya anterior vicepresidente y en aquel momento canciller, había mandado a modificar en 2014 para que vaya al ritmo contrario de los, por así decirlo, normales, dándole una cosmovisión de izquierda, altiplánica.

    Una vez pasada la comitiva de los mandatarios, le tocó el turno a los celebrados: Edmand Lara caminó con su prometido traje de la Policía Boliviana, institución que de alguna forma u otra lo llevó a la ignominia y hoy lo coronaba como vicepresidente de Bolivia, luego de un salto a la fama meteórico en TikTok por sus promesas de terminar con la corrupción de la institución verde olivo. Luego ingresó Rodrigo Paz, acompañado de su esposa, quien fungirá como Primera Dama, puesto que estuvo acéfalo en las gestiones del MAS.

    Los nuevos gobernantes pasaron hasta las instalaciones de la Asamblea Legislativa, donde fueron oficialmente posesionados como presidente y vicepresidente del país. Lara fue el encargado de la investidura de Paz, de colocarle la medalla y la banda presidencial. Rodrigo juró, ya con la Biblia y el crucifijo recientemente repuestos en la Asamblea, con el pronunciamiento: “Dios, familia y patria”.

    Luego vinieron los discursos: Lara, el primer policía en ocupar un puesto de esa categoría, no pudo contener sus lágrimas a la hora de referirse a su familia y de acusar al presidente saliente, Luis Arce, de no haberlos dejado pasar y ahora “estar mojándose ahí afuera”.

    “Hasta el último instante no dejó de hacernos daño, de hacerle mal al país”, aprovechó para increparlo, pero también dijo que creía en el perdón, y que tal vez le correspondía hacerlo con el exmandatario.

    Apeló a la historia de los próceres nacionales, más que todo los líderes indígenas del país, pero también ambicionó un pacto con los sectores productivos del país para “aliviar la situación de la nación”.

    Paz, por su parte, tuvo una intervención más alargada: agradeció a las comitivas internacionales, a su familia (entre ellos a su padre, el expresidente Jaime Paz Zamora), y reiteró el mensaje de su campaña política que lo colocó en el sitial que ahora ocupa: terminar con el “Estado tranca”, instituir el “capitalismo para todos” y “devolver a Bolivia al mundo” a través de la reposición de algunos vínculos internacionales.

    Aprovechó su tiempo, también, para arremeter contra Arce y Evo Morales, a quienes acusó de haber despilfarrado la bonanza económica de los veinte años precedentes y de no haber cuidado los recursos naturales, provocando la actual crisis económica boliviana: “Van a responder a la patria por la pobreza y la necesidad de cada boliviano. Evo, Arce, ¿dónde está ese famoso mar de gas que tanto prometían? ¿Dónde está el litio?”, les gritó, a pesar de que ninguno de los dos estuvieron en el acto aún estando invitados: Morales había expresado dos días antes que solo acudiría a la cita si la justicia levantaba los procesos “inventados” que pesan en su contra (de trata y tráfico y por haber presuntamente embarazado a una menor de edad) y Arce desapareció del mapa, coludido por haber supuestamente favorecido a sus hijos con préstamos bancarios millonarios, además de ser el señalado por la escasez de carburantes y de dólares que tienen a mal traer al país desde hace muchos meses.

    Incluso, como si lo llegara a patear en el piso, a horas de concluir su mandato fue expulsado del mismo MAS que él promovió cuando las diferencias con Evo se hicieron tan grandes que lograron la separación del partido azul, dando paso a un congreso que colocó a Grover García como presidente del luego conocido como “MAS arcista”. Ironías: el mismo García fue el encargado de sacarlo de las filas del partido azul por los magros resultados de los pasados comicios, que casi terminan llevándose la sigla al fondo del abismo de la historia nacional.

    Una vez concluida la posesión, Paz pasó a reunirse en privado con los presidentes invitados, siendo la de Milei y la de Landau las más esperadas por los periodistas. Con el argentino tuvo un abrazo muy efusivo y hasta hablaron de fútbol, de Boca y River. Con el estadounidense anunciaron al término de su encuentro que pronto se restablecerían las relaciones internacionales a través de la reposición de embajadores, lo que había sido eliminado en 2008 en el gobierno de Evo debido a acusaciones de “injerencia”.

    3. La fiesta

    Una vez concluidas las reuniones diplomáticas, Paz salió junto con su familia a saludar desde uno de los balcones del Palacio Quemado, donde fue recibido por sus militantes, que enarbolaban banderas de Bolivia y del PDC. No se veían wiphalas, símbolo siempre presente en las celebraciones de las gestiones del MAS.

    Pero la fiesta comenzaría un poco más abajo, en la Plaza Camacho, donde desde tempranas horas de la mañana se había instalado un escenario que cerraba el paso hacia la avenida Simón Bolívar: ahí se llevaría a cabo el festejo de Lara, el que habían organizado sus seguidores.

    No les importó la lluvia: con grupos musicales contratados para la ocasión, los cientos de fieles del ya posesionado como vicepresidente se abrazaban y bebían cervezas, té con té, singani y otras bebidas alcohólicas, sonrientes del futuro que auguraban para los siguientes cinco años.

    “Ven, vamos allá, mi amigo es el senador”, escuché que un muchacho le decía a otro, convenciéndolo de que con la nueva autoridad parlamentaria habría más oportunidades de continuar la fiesta sin pagar, entendiendo que aquel legislador ahora estaba en un sitial de privilegio, que era el momento de acercársele, de hacerle favores, ya que todo se devuelve en esta vida. O casi todo.

    A las 18.30, más o menos, Lara apareció en el escenario, ya sin su vestimenta policial. Fue glorificado, dio un discurso y permitió que la fiesta persista, una que tanto él como sus seguidores esperarán alargar lo máximo posible a través de los años venideros.

    “De aquí en adelante viene una nueva batalla, hay que cumplir con todo lo prometido”, aseguró la nueva autoridad de Estado, y reforzó su mensaje anticorrupción: “Van a devolver lo que han robado hasta el último centavo; no es venganza, es justicia”, proclamó antes de retirarse, indicando que Paz no pudo estar presente por las reuniones diplomáticas que debía atender.

    La lluvia, intermitente, regresó con cierta fuerza en la noche, lo que logró espantar a unos cuantos de los militantes, que caminaban chueco por donde podían, con la mirada rojiza y la sonrisa ladeada por el cerebro embotado por el alcohol y por las ansias de, en poco tiempo, vestir también de gala, sentarse un sillón cómodo y obtener los beneficios estatales que involucran ser funcionario público. Otros, a pesar del frío del agua que caía del cielo como un manto, eligieron quedarse dentro de carpas que comerciantes habían instalado para que la gente pueda seguir bebiendo.

    ¿Habrán desaparecido las ratas de la Plaza Murillo en su totalidad?, fue lo último que me pregunté antes de regresar a casa y recordar que ahora el cielo no estaba pintado de azul: ahora tenía un tono anaranjado.

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