Las últimas encuestas de intención de voto publicadas en diferentes medios de comunicación país dan como virtual vencedor al empresario Samuel Doria Medina, a quien, por ejemplo, Marcelo Claure, otro empresario, ya le ha brindado su respaldo. A pesar de la cercanía de Tuto Quiroga y el inesperado alejamiento de Andrónico Rodríguez en las cifras, pareciera ser que Samuel lo logrará por fin, después de ya varios intentos de llegar a la silla presidencial, tras años de persistencia.
Claro, confiar plenamente en las encuestas sería algo ingenuo. Ya ha pasado más de una vez que los números anticipados han errado en su momento final. Uno de los casos más llamativos fue el de la votación presidencial anterior, donde nadie predijo la victoria abultada de Luis Arce, que no necesitó una segunda vuelta para coronarse.
“Yo creo que esta vez el Samuel lo conseguirá. La situación económica está muy difícil, solo alguien que sabe de economía nos puede dar algo de esperanza”, comenta un amigo que tengo al lado mientras nos ponemos nuestras camisetas de fútbol, mientras nos acomodamos las medias blancas, mientras amarramos fuerte los cordones de nuestros botines antes de ingresar a la cancha, a ese santuario de madera donde seremos felices por dos horas y donde olvidaremos el caos nacional. Claro, es inevitable, antes, no hablar de política. A menos de un mes de las elecciones, todos tenemos nuestra propia opinión.
“No sé, yo pienso que el Tuto puede remontar. Está cerquita”, le responde un hombre de unos 40 años, de piel muy blanca, que será mi rival, que se coloca en el lado del equipo contrario.
Nos colocamos en nuestros puestos y dejamos de hablar de aquello y jugamos.
Al terminar, agotados pero alegres, uno de los defensores de mi equipo se anima a comentar, regresando al tópico: “Che, ¿pero si se unen estos de la izquierda?”.
Trae aquel tema a colación, asumo, debido al anuncio del presidente Arce de “reunificar la izquierda”. En una conferencia de prensa emitida la semana que se está por terminar, el actual mandatario les pidió a los diferentes partidos de izquierda que consideren unirse para no ser derrotados “por la derecha”. Sin embargo, horas más tarde los diferentes movimientos le respondieron que el diálogo solo podría darse si se coloca a sus líderes, refiriéndose a Andrónico o Evo, como pilares y candidatos únicos a la presidencia.
“No creo, el MAS está en lo último, en la lona”, le responde el mismo hombre que aún creía en una remontada de Tuto.
Antes que la charla política continúe, otro de los jugadores, esta vez el que hizo de arquero de mi equipo, celebra como si hubiera marcado un gol.
“¡No soy jurado!”, grita y se ríe.
“¿De qué hablas?”, le pregunta sorprendido otro compañero.
Ahí le explica que acaba de fijarse en el link que ya hizo público el Tribunal Supremo Electoral (TSE) para verificar si serás o no jurado electoral para las elecciones del 17 de agosto. Al colocar su número de carnet y fecha de nacimiento, comprobó que no deberá ejercer esa función.
Inmediatamente todos revisamos nuestros celulares, con el temor y la expectativa de no repetir una acción que ya hemos cumplido alguna vez y que no fue para nada divertida. A medio vestirnos, la mayoría comprobamos, con alivio, que no somos jurados. Excepto uno, el que habló primero, el que confía en Doria Medina.
“¡No!”, grita, y todos reímos con compasión.
Terminamos de vestirnos, nos damos la mano y abrazamos entre todos y prometemos regresar la semana que viene. En pocas semanas no podremos hacerlo por las reglas previas para la votación, que no permiten que haya juntes de personas horas antes de una elección.
Como celebración por no ser jurado me compro un helado y voy a mi casa a ver una película.