Foto: RRSS de Kast, candidato conservador.
Por: Carlos Malamud
Si bien Jeanette Jara, candidata de la coalición oficialista Unidad por Chile, fue la más votada en la primera vuelta (26,8%), su respaldo suena a todas luces insuficiente para imponerse en el balotaje del próximo 14 de diciembre. Y más cuando José Antonio Kast, su rival directo del Partido Republicano, le pisa los talones, tras obtener el 23,9% de los votos. No solo eso. El apoyo total de los tres candidatos de derecha (el propio Kast, el libertario Johannes Kaiser y Evelyn Matthei, de Chile Grande y Unido), que ya lo han respaldado, supera el 50% de los sufragios emitidos.
Todo indica que Kast será el próximo presidente chileno salvo que cometa un error garrafal durante la campaña. Es cierto que, como se suele afirmar, la segunda vuelta es una nueva y diferente elección, que a priori el 50% de apoyo en abstracto no basta, ya que los votantes no responden automáticamente a las decisiones de sus líderes o que una elección no está ganada hasta que se cuenta el último voto.
Aun así, es difícil ver cómo Jara puede llegar a buen puerto y sentarse en La Moneda a partir del 11 de marzo próximo. Sin embargo, como se verá, hay razones de peso que explican por qué es bastante probable que el oficialismo no gane. Dicho de otro modo, es importante ver cómo se llegó a una situación que le podría suponer a la coalición de izquierdas perder el poder tras cuatro años de gobierno.
En primer lugar, la alternancia entre la izquierda y la derecha era una realidad en Chile desde 2010, después de cuatro presidencias seguidas de la Concertación (1990 – 2010). Ese año Sebastián Piñera accedió al poder y a partir de entonces comenzó el relevo entre presidentes de centro izquierda y centro derecha, que consolidó la estabilidad política y económica del país hasta octubre de 2019, cuando se produjo el “estallido social” posterior a la pandemia que lo cambió casi todo.
En 2022 la victoria de Gabriel Boric, de una izquierda más extrema, mantuvo la tendencia, aunque con un sesgo centrífugo más marcado. Este movimiento pendular cuasi perfecto probablemente perdure en 2025 con un candidato ultraderechista. En buena medida la alternancia se apoya en el descontento ciudadano con sus representantes por las promesas incumplidas y en la desafección con los partidos tradicionales y la democracia, un fenómeno agravado desde 2019. Esto también explica el casi 20% de los votos del populista Franco Parisi, al que se le suele añadir el adjetivo de derecha pese a su difícil catalogación.
Segundo, Boric termina su gobierno con un gran rechazo y baja aprobación de su gestión, que prácticamente desde el inicio de su mandato nunca superó el 30%. La joven izquierda que rechazaba de plano la transición, que esperaba tocar el cielo con las manos, que llegó para cambiarlo todo, que estuvo a punto de imponer una Constitución extrema haciendo hacer tabla rasa de la institucionalidad, fracasó muy pronto en sus intentos y debió pedir el socorro de algunos de los más acomodados y establecidos representantes de la anterior Concertación.
Tercero, en el proceso de primarias la que aparecía como la candidata más competitiva para imponerse a una derecha en alza era la socialista Carolina Tohá, rechazada por las bases más movilizadas del Frente Amplio (FA) de Boric y del Partido Comunista (PCCh). Estas apostaron por Jara, pese a no ser la más idónea de ganar en la segunda y definitiva vuelta.
Por entonces ya estaba muy presente la polarización política, que quedó igualmente reflejada en estas elecciones parlamentarias, con la mayoría en la Cámara de Diputados de las fuerzas de derecha, que también tuvieron un fuerte apoyo en el Senado. En ambas cámaras los extremos más radicalizados han terminado superando en número a las fuerzas más centradas.
Cuarto, la coalición de izquierdas no supo traducir en propuestas y en políticas concretas las necesidades de la gente. Daba igual si éstas surgían de la realidad o de percepciones, correctas o equivocadas. Lo acertado hubiera sido atenderlas más empáticamente, pero no fue así como se respondió a las principales demandas populares de dar mayor seguridad, contener la inmigración y mejorar la economía.
Si bien los indicadores económicos mejoraron en los últimos dos años, como muestra la evolución del crecimiento y la moderación de la inflación, y la tasa de homicidios se contuvo, esto no fue suficiente para reforzar las opciones del gobierno. La gente pedía respuestas y las ofrecidas no fueron satisfactorias.
Ante este panorama tan complicado la pregunta del millón es: ¿dónde podrá pescar votos Jara? La operación resulta bastante difícil, al menos en la magnitud necesaria. Podría estar disponible la mitad, aproximadamente, de los apoyos de Parisi (que en 2021 votaron por Boric en la segunda vuelta) o algún votante de Matthei, más centrado e incompatible con Kast, pero poco más. Son cantidades insuficientes para atravesar el Rubicón del 50%.
A partir de aquí surgen una serie de interrogantes sobre el futuro de la izquierda y el centro izquierda chilenos. ¿Podrá Boric liderar la transición hacia 2029 e intentar recuperar el poder? ¿Cómo responderán ante un eventual gobierno de Kast? ¿Se mantendrá la unidad de la coalición entre el Socialismo Democrático, el FA y el PCCh? Algunas respuestas dependerán de la magnitud de la más que posible derrota del 14 de diciembre y otras de la difícil convivencia entre las distintas fuerzas políticas en los próximos cuatro años. Solo el tiempo dará la solución.


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