Foto: ABI
Por: Carlos Malamud
A partir de la llegada de Evo Morales al poder en 2006, Bolivia comenzó a jugar un papel muy activo en la política continental del bloque bolivariano, por entonces impulsada por Hugo Chávez y Fidel Castro. Rápidamente su gobierno se integró en la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) y fue uno de los fundadores del Tratado del Comercio de los Pueblos (TCP), una de cuyas premisas es que “el comercio y la inversión no deben ser fines en sí mismos, sino instrumentos para alcanzar un desarrollo sustentable”.
De este modo, la luz de progreso que pretendía irradiar el ALBA se contraponía a las sombras oscuras de explotación y pobreza que proyectaba el libre comercio capitalista e imperialista, especialmente a través del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Bajo el liderazgo de Estados Unidos, esta pretendía crear un gran mercado continental que iría de Alaska a Tierra del Fuego. Finalmente, este proyecto no prosperó y en la IV Cumbre de las Américas, celebrada en Mar del Plata, Argentina, en 2005, el ALCA terminó descarrilando bajo la dirección de Chávez y la atenta mirada de Néstor Kirchner, Lula da Silva y otros relevantes actores secundarios, como Diego Armando Maradona o Hebe Bonafini.
Desde el comienzo del primer mandato de Morales, el rechazo a Occidente y el alineamiento internacional de Bolivia quedaron meridianamente claros. Esto implicaba tomar una distancia total con Estados Unidos y alejarse de España, y por ende de Europa, con las nacionalizaciones de Red Eléctrica, Iberdrola y Abertis, entre otras. Al mismo tiempo, se tejían nuevas alianzas con países más próximos a Cuba y Venezuela, como Irán, Rusia y China, incluyendo la firma de protocolos secretos con sus gobiernos.
Tras el fin de los 20 años de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido de Morales, Bolivia alcanza un nuevo status internacional gracias al amplio giro diplomático y político dado por la flamante administración. Esto se produce no solo por el viaje del nuevo presidente Rodrigo Paz Pereira a Estados Unidos antes de asumir su cargo, sino también por las declaraciones por él formuladas en los últimos días en el sentido de reformular las alianzas que habían caracterizado la política exterior de su país, declaraciones que fueron acompañadas de algunos hechos concretos.
Desde esta perspectiva, es interesante repasar la presencia de aquellos mandatarios latinoamericanos que asistieron en La Paz a su toma de posesión. También son importantes las palabras pronunciadas en orden de romper el aislamiento de las últimas décadas junto con los compromisos asumidos para cumplir con sus promesas de campaña. Los presidentes presentes en el acto fueron el argentino Javier Milei, el chileno Gabriel Boric, el ecuatoriano Daniel Noboa, el uruguayo Yamandú Orsi y el paraguayo Santiago Peña. A ellos se sumó el número dos del Departamento de Estado, Christopher Landau. Se echó en falta la presencia del rey Felipe VI, que no pudo viajar ya que al día siguiente comenzaba su visita de Estado a China.
Junto a la comparecencia de este selecto grupo de Jefes de Estado, que abarcaba un amplio espectro político e ideológico, que iba de la izquierda a la derecha, se hicieron más evidentes algunas ausencias clamorosas de muchos gobiernos de la región autodefinidos como progresistas, especialmente de los bolivarianos o de los más próximos a ellos. Se trataba de unas ausencias que expresaban claramente el temor ante el giro dado por el nuevo gobierno boliviano.
En realidad, lo que también reflejó el acto del pasado sábado 8 de noviembre es la pérdida de influencia de Cuba no solo en Bolivia, sino también en parte del resto del continente, un fenómeno contemplado a partir de la expulsión (salida pactada en términos diplomáticos) del embajador cubano en Perú, Carlos Rafael Zamora Rodríguez, “El Gallo”. Está muy vinculado a los servicios de inteligencia de su país y se lo acusa de serias injerencias en la vida política de los países donde se había desempeñado. Irán es el otro gran perjudicado, que tenía en Bolivia, y también en Venezuela, una de sus mayores antenas en América Latina.
Paz Pereira, tras formar un gabinete tecnocrático y muy competente, con escasas mujeres y prácticamente sin presencia de representantes de los movimientos sociales, afronta una serie de grandes desafíos. Esto lo llevó, en su discurso inaugural, a señalar que había recibido un país devastado. Un problema no menor que ya ha podido resolver es el de la mayoría parlamentaria, a partir de una alianza con Unidad, el partido de Doria Medina, lo que le otorga un más que necesario plus de gobernabilidad.
Si Paz Pereira es capaz de solucionar el abastecimiento de combustible (para lo que ya cuenta con el apoyo de Estados Unidos y que comienza lentamente a recuperarse), reducir la inflación (que alcanza un 25 % anual) y remediar la escasez de dólares (ya tiene preacuerdos con el Banco Mundial y la CAF – Banco Latinoamericano de Desarrollo), su gobierno podrá comenzar a ver la luz. Caso contrario, la conflictividad volverá a las calles y reemergerá el ansia de revancha de Evo Morales y de otros sectores del MAS, severamente derrotados en las pasadas elecciones.
* Carlos Malamud es investigador principal del Real Instituto Elcano.



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