Foto: LLA
Por: Carlos Malamud
Tras la victoria peronista-kirchnerista del 7 de septiembre en las elecciones provinciales de Buenos Aires parecía que el futuro del gobierno era bastante sombrío y que el sueño de pintar el país de violeta, el color de La Libertad Avanza (LLA), quedaría en una mera quimera. Sin embargo, nuevamente y contra todo pronóstico, como ocurrió en 2023, Javier Milei arrasó en las urnas. Cuando todos esperaban un resultado muy ajustado, donde una exigua victoria por no más de un par de puntos emergía como el mejor escenario, la realidad mostró la tozuda persistencia del proyecto libertario.
A principios de mes parecía que el gobierno estaba profundamente tocado, con el dólar y el riesgo país desbocados. Fue entonces cuando apareció la mano salvadora de Donald Trump, con un generoso swap de 20.000 millones de dólares bajo el brazo, que permitió calmar las aguas y afrontar el futuro con más tranquilidad. En ese momento se apuntó que cualquiera fuera el resultado, el 27 de octubre debería empezar una época diferente, marcada por una profunda remodelación del gabinete y una clara apertura hacia las fuerzas más próximas. En su discurso de la noche del domingo de reconocimiento de la victoria un Milei inusualmente generoso con sus colaboradores Milei apuntaba claramente en esa dirección.
Previamente, se había especulado con un resultado adverso. Muchos creían que ante el difícil ajuste implementado o ante las dificultades de un gran número de personas de llegar a fin de mes el deseo de frenar a Milei había crecido de forma exponencial. Pero eso no pasó y se mantuvo el deseo de cambio expresado dos años atrás. En un ambiente de gran polarización, que barrió incluso a la propuesta centrista de los gobernadores de Provincias Unidas, el sentimiento antikirchnerista fue muy superior al antimileísmo y el persistente rechazo a Cristina Fernández le dio un nuevo empujón a lo que ya parece su declive inevitable.
Con el recuento de votos bastante adelantado, el 98,10% de las mesas electorales escrutadas, LLA alcanzó el 40,74% de los votos a escala nacional, a casi nueve puntos de distancia del peronismo de Fuerza Patria y agrupaciones afines que solo llegaron al 31,66%. De este modo el camino hacia la segunda parte del mandato de Milei queda mucho más expedito, con una presencia decisiva no solo en la Cámara de Diputados sino también en el Senado. Esto le permitirán al gobierno, si es capaz de articular las alianzas necesarias con los gobernadores no peronistas y fuerzas afines, impulsar las reformas necesarias para consolidar su programa. Y todo en un Parlamento donde el peronismo ya no tendría la capacidad de bloqueo que había exhibido en los primeros dos años de gestión.
Si en el oficialismo el futuro inmediato quedó despejado, en el peronismo-kirchnerismo se acelerarán los movimientos hacia el pase de facturas y la recomposición de sus liderazgos. Dos de los mayores derrotados de la jornada fueron Cristina Kirchner y Axel Kicillof, pese a estar en trincheras distintas. Una de las claves del resultado electoral se encuentra en la puesta en marcha de la boleta única de papel que modificó la forma de votar. Su introducción supone limitar ciertas prácticas mafiosas, especialmente en la provincia de Buenos Aires y otras circunscripciones del interior, que beneficiaban tradicionalmente a los candidatos justicialistas.
Si se consolidan las tendencias favorables a un cambio profundo en la gestión del gobierno, si se recompone el diálogo con aquellos sectores excluidos en el último año, es posible que tengamos Milei para rato. Pero si el presidente se muestra incapaz de reencarnarse en una nueva imagen, mucho más dialogante, si la contundencia de la victoria vuelve a nublarle la visión, entonces las expectativas reformistas y libertarias se quedarán en el sueño de una noche de verano.
* Carlos Malamud es investigador principal del Real Instituto Elcano.


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